viernes, 17 de septiembre de 2021

LAS TRES MARÍAS

 



El Sr. Demetrio tenía una esposa hermosa, con la belleza propia de la mujer merideña.



A pesar de provenir de la fría Mérida, "la ciudad de los caballeros", al llegar ella por primera vez a Turisupi apenas recién casada, se había adaptado con rapidez a su caluroso clima, suavizado este por la frescura del tierno amor que le prodigaba su atento esposo, turisupiano nacido en la parte del pueblo oficialmente perteneciente a Guyana. No olvidemos que la línea fronteriza Guyana-Venezuela le cruzaba justamente al centro a Turisupi y que parte de la población de este caserío contaba con la nacionalidad venezolana y la otra parte con la guyanesa. Era, pues, Don Demetrio, guyanés.


Veintiún años tenían de casados, tiempo en el cual el cariño y respeto mutuos se habían afianzado en forma ejemplar.




Su prole consistía en tres damitas: Sofía, Samantha y Estefanía, muy diferentes entre sí en el aspecto físico, siendo, sin embargo, de singular atractivo cada una y muy unidas entre ellas.




Sofía parecía una muñequita de porcelana, con una piel muy clara y grandes ojos color aguamarina heredados de un bisabuelo materno a quien no llegó a conocer ni por fotografías. Samantha, de piel trigueña, tenía una picardía innata reflejada siempre en su chispeante mirada. Estefanía, de piel muy, muy morena, como la de su padre, tenía los movimientos sensuales de una pantera, la mirada magnética de unos hermosos ojos tipo hindú y un verbo agudo y cortante que ningún reproche o castigo había logrado domesticar.




"Las tres Marías", les decían en Turisupi. También se referían a ellas como "Las Intocables". Estos motes se escuchaban con tono de admiración en boca de los caballeros y de envidia por parte de las damas.



Cada una de "Las Intocables" había ya pasado los quince años con sus respectivos ensayos del "baile de cuadrillas" propio de la época, su fiesta por todo lo alto y el baile del vals, primero con el padre y luego con cada uno de los familiares e invitados del sexo masculino.



Cada una contaba tras de sí a la tercera parte de los corazones adolescentes de los turisupianos suspirando por su amor ya que las otras dos terceras partes se repartían a partes iguales entre las otras dos hermanas.



Esto era cierto, público y notorio. Y la causa de la envidia que sentían hacia ellas todas las chicas casaderas de Turisupi, cada una con su propio encanto natural pero sin el magnético atractivo de "Las Tres Marías".



Aquello de "Las Intocables" nació desde el momento en que su padre afirmó en forma enfática "Nada de pretendientes hasta los veinte" justamente al finalizar el vals en la celebración de los quince años de la hija mayor.



Para Sofía, Samantha y Estefanía, de 16, 17 y 18 años respectivamente, las hojas del almanaque parecían estáticas. Cada una soñaba ya hacía tiempo con su propio príncipe azul.



La custodia por parte del padre era feroz. "Ni amigos, ni amiguitos, mucho menos amigas que terminan convirtiéndose en lleva y trae de recados".



En Turisupi, en esa época en que aún las mujeres no trabajaban fuera de su casa a cambio de un sueldo, lo más que estudiaban las féminas era hasta culminar el bachillerato. A partir de ese momento permanecían en sus hogares, esperando el momento de formar sus propias familias. "Las Tres Marías", pues, culminada esta etapa de sus estudios, se aburrían en casa como unas ostras y aprendían a coser, tejer y bordar bajo la mirada atenta de mamá a la espera de su única salida semanal: La asistencia a la iglesia cada domingo para la Misa de las 9:00 a.m.



A esa hora, la Pastoral Juvenil, ausente por completo en los otros horarios enloquecía de asistentes para este.

Todos los chicos de Turisupi no solo se apersonaban en dicha celebración sino que se involucraban en toda actividad que pudieran realizar, desde tocar las campanas, pasar la cesta para la recolección de las limosnas, cantar en el coro, leer las Escrituras desde el ambón. Se esmeraban por sobresalir y resaltar en el servicio asignado mientras miraban de reojo y a hurtadillas hacia el banco donde "Las Tres Marías", cubierto el rostro tras las blondas del velo andaluz, lograban, sin embargo, intercambiar miradas incendiarias cada una con el mozo de su devoción.



Al llegar a casa corrían las tres escaleras arriba y eran los cuchicheos, las risas apagadas y el compartir de picardías mas imaginarias que reales, en sus relaciones amorosas a distancia, clandestinas y forzosamente platónicas.



La amplia casa distribuía en la planta baja sala, comedor, baño y la habitación de los cancerberos padres quienes, para mayor seguridad, destinaran para las niñas las tres espaciosas habitaciones fabricadas en la parte alta, cada una con su propio baño.


Había una puerta que daba un amplio balcón. La llave de la cerradura de dicha puerta era custodiada por la madre y permanecía en la gaveta de su secreter de la cual salía una sola vez al año, el día en que, en el marco de las fiestas patronales, se realizaba la vistosa procesión de la Virgen de Monserrat, la Santa Patrona del pueblo. Ese día se abría la puerta del balcón y la familia en pleno, desde la parte alta de la única casa de dos plantas en Turisupi, miraba todos los pormenores de la procesión.



Entonces "Las Tres Marías", custodiadas hasta de las miradas por...flanco izquierdo, adusto papá... flanco derecho, severa mamá... respiraban "aires de calle" y, sigilosamente, con gran cautela y sagacidad, ya sin la barrera del velo de blonda, lograban intercambiar con los tres afortunados chicos seleccionados por sus corazones no solo miradas, sonrisas, besos "volados" y hasta movimientos de labios que formaban palabras . Esto último por parte de la más osada que era Estefanía.



Así que cuando se supo que "Las Tres Marías", a pesar de tantos cuidados, esperaban cada una sobrinos por parte de las otras dos... el escándalo fue grande en el pequeño Turisupi.



Tras fuerte interrogatorio donde no faltaron reproches, lágrimas, correazos, evasivas y cachetadas, se sacó en claro el nombre de los tres responsables. Todos, al menos, trabajadores y de buenas familias. Así que, antes que se hiciera notorio lo que todos sabían, se realizó la triple boda. En domingo, en Misa de 9. Esa mañana las flores blancas, rosas, amarillas y azul celeste adornaban tanto el altar como los primorosos trajes de "Las Tres Marías".



En todas partes hay chismosos y chismosas y aún siendo mal vistos, en ciertos casos, como en este, su intervención puede dar giros imprevistos a los acontecimientos. Tal vez, si Iraima, la vecina de enfrente del Sr. Demetrio, hubiera sido chismosa, esta historia habría sido muy distinta.



Porque entonces ella habría dejado caer - como quien no quiere la cosa - en los oídos del propio Sr. Demetrio, o en los de Gipsy, su esposa merideña, el hecho de que todas las madrugadas, alrededor de las 3 a.m. llegaban cinco amigos portando una escalera que apoyaban con gran sigilo en la pared frontal.



Por ella ascendían tres de ellos, recibidos arriba por tres modernas Rapunzeles. Los otros dos jóvenes se llevaban la escalera para tornarla nuevamente una hora después. Por ella descendían los tres pretendientes y luego los cinco se alejaban, escalera al hombro y satisfecha sonrisa en los rostros.


Sitios web de las imágenes;
https://www.abc.es/ciencia/20140122/abci-tres-marias-estrellas-coinciden-201401221017.html
https://www.segutecnica.com/~segutecnic/detalle.php?articulo=017128&titulo=escalera-dielEctrica-extensible-22-escalones
https://okdiario.com/curiosidades/san-valentin-2018-historia-cupido-1799501

LA TULA

  Fuente de la imagen: https://hive.blog/hive-181964/@luisfe/el-gran-saman-the-great-saman Son las cinco de la tarde y allá va Doña Servidea...