jueves, 3 de febrero de 2022

ZAPATERO A SUS ZAPATOS O UN ESPECIAL DE HALLOWEEN

 






“El Negro” le decían por cariño. Nadie, en Turisupi, habría considerado este adjetivo como un insulto, menos como un acto de bullying ya que, ni se conocía el término ni se practicaba la intención de la acción. Era el tercero de los nueve hijos de una matrona viuda y, siendo la mayor una mujer, correspondióles a él y a su hermano Diego Nicolás (el segundo) responsabilizarse de la manutención de la vasta prole que dejara su padre al morir.


“El Negro” se puso de aprendiz con un zapatero, pronto supo el oficio y se independizó montando su propia zapatería en su casa.


Vale la aclaratoria que en ese entonces al decir “zapatería” no se hacía referencia al lugar donde sólo se vendían los zapatos sino donde, principalmente, los fabricaban. Todos los zapatos se hacían a mano y le había correspondido a “El Negro” ir hasta Guyana (que le quedaba mucho más cerca que Caracas) a comprar las hormas de los números de zapatos de damas más frecuentes en Turisupi. Compró del 35 al 38 y se especializó en hacer sandalias, ya que su maestro hacía sobre todo zapatos para damas y caballeros y a él le pareció nada ético hacer la competencia a quien se había tomado el trabajo de enseñarle.


De hecho, fue don Goyo quien le prestó el dinero del capital inicial y le dio la dirección del lugar donde encontraría las hormas mejores y más económicas y “El Negro” volvió a Turisupi con las hormas, un rollo grande de suela, otro de “simiricuíre” (semi cuero) y “micos y remaches” en dorado y plateado para adornar las sandalias.


Pronto se hizo de un nombre…pero también de una maña: Pasaba el día cortando, martillando, pegando y cosiendo, pero apenas daban las 6 de la tarde comenzaba a empaquetar las sandalias que iría a promocionar. Se bañaba, afeitaba (a diario), se colocaba lavanda Yardley generosamente y se iba a recorrer los tres bares de Turisupi, cada uno con su propia y particular atmósfera.


Regresaba a las tres o cuatro de la mañana ebrio como una cuba, sin las sandalias y sin el dinero producto de ellas.


Negro, sal a vender de día como hace todo comerciante, o pon un letrero acá para que la gente venga a comprar. La cosa es hacer el punto. Ya cuando la gente conozca tu trabajo vendrán solitos sin necesidad de propaganda, hasta podrás quitar el letrero.


Mamá, es que las mesoneras son mis mejores clientas, tú no comprendes


Pero Nicolás está corriendo solo con todos los gastos… se va a reventar, trabaja hasta los domingos, ha dejado de ir a Misa…anoche llegaste borracho de nuevo


Pero yo no gasté, fue que me brindaron y se me pasaron las copas… esta noche será diferente


Si te brindaron dime dónde está el dinero, Además, hay que pagar el que te prestó don Goyo para comprar los materiales


Tranquila, mamá, ya se pagará, ya se pagará


Y se pagó, gracias a los buenos oficios de Diego Nicolás quien se redobló en el trabajo para cancelar hasta el último centavo de la deuda contraída por su calavera hermano.


Una de tantas madrugadas venía de regreso

“El Negro”, esta vez del Bar El Chorrito, cuando, tambaleante y todo, entre la penumbra divisa una figura femenina que, contoneándose muy coquetamente, avanzaba frente a él.


Le lanzó unos tres piropos, pero la dama ni respondía ni se volvía aunque parecía acentuar el grácil movimiento de sus caderas.


Entre su embriaguez trató, sin embargo, “El Negro” de imaginar cómo sería su rostro. La imaginó sonriente, con el rostro señalado como el de La Cuatro Lunares que le había atendido esa noche en el bar. Apuró como pudo el paso en un esfuerzo heroico por alcanzarla. Su intento fue infructuoso, la dama se mantenía a igual distancia aun cuando parecía caminar calmadamente y él iba ya casi al trote.


Llegaron a una esquina donde resaltaba en la penumbra una casa de dos plantas, regia, señorial. La dama traspuso la reja del jardín, ahora sí se volvió y con una mano le hizo ademán de que se acercara.


Era cierta la invitación, pues había dejado la reja del jardín abierta. “El Negro” la cruzó y para ese momento ya la dama había entrado en la residencia dejando la puerta principal abierta también de par en par.


“El Negro” subió los tres amplios escalones apoyándose de la balaustrada, y traspasó la puerta. Dentro, la única iluminación provenía de un cirio encendido en una mesita rinconera. Al lado de la misma, de espaldas, al parecer contemplando fijamente un hermoso cuadro al óleo que estaba enfrente se encontraba la dama.


Pudo percibir la fragancia que utilizaba, era el famoso Champán de Caron.


Escuchó una voz femenina, dulce al extremo, pero la sintió como si le susurrara al oído


Vas a pasar las noches conmigo


Se estremeció, no sabía si de emoción, o por algo medio tenebroso que flotaba en el ambiente.


La dama se volvió lentamente y al fin pudo ver su rostro… ¡Era una calavera! Paralizado por el terror notó que la dama en cuestión comenzaba a estirarse y estirarse aumentando su tamaño en segundos.


“El Negro”, recuperando con la adrenalina la movilidad en sus miembros inferiores (léase “piernas”) arrancó en feroz carrera ya sobrio del todo.


Llegó a su casa despavorido, fue directo a darse una ducha para terminar de recuperar la normalidad, y lo ocurrido no lo contó a nadie por un largo tiempo.


…………………

La “Zapatería El Negro” es muy popular en Turisupi. Se especializa en sandalias para damas, renovando los modelos gracias a ciertas revistas a las que se ha suscrito su dueño y que le llegan de fuera del país por correo mensualmente. Tiene siempre novedades, buenos precios. Está ubicada en un local fabricado expresamente para ello al lado de la sala de la casa familiar.


Hasta de Guyana vienen a comprar sandalias allí. Es atendida por su propio dueño, afable, respetuoso, totalmente abstemio, a quien nunca más se le ha visto transitando en horas nocturnas las calles de Turisupi, aunque muy pocos saben el por qué.


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