lunes, 26 de julio de 2021

ANGI Y LAS CULEBRAS



Había sólo dos personas en Turisupi que tenían qué ver con eso de las culebras. Una de ellas era Angi: desde muy pequeña, cuando comenzaban sus hermanos a hablar acerca de mascotas, Margaret decía: "Me gustaría tener un perrito", lo de Jesús era "A mí me gustan son las iguanas", Leo "A mí me gustan los acralanes", - claro que se entendía ya que a Leo, debido a su corta edad, se le dificultaba decir alacranes- pero Angi cerraba con su"Pues yo quiero una pitón albina" "Estás loca, aquí solamente hay pitones verdes", "Es muy grande, es como la anaconda", "Cuando te llamemos vas a decir AQUÍ ESTOY, EN LA PANZA DE MI PITÓN" . Y siempre sus conversaciones acerca de sus deseadas mascotas terminaban con risas y burlas a Angi. Claro que eso era simplemente "chalequeo", Angi no se disgustaba por eso. Lo del "bullying" lo inventaron muchos años después y en otros predios. Pero en Turisupi todos sabían que en algún momento también les tocaría "medirse el chaleco" y entonces serían ellos los sujetos a bromas y a las risas fáciles que alegran la jornada.

Desde pequeña comenzó Angi a coleccionar cueros de culebras. Puso frente a la puerta de entrada una cuerda de alambre de púas. Allí colgaba los cueros, ya que cada vez que mataba una culebra la abría con un cuchillo o con una navaja, hasta una hojilla le servía para esto, le echaba cal o cemento y colgaba allí su piel.





Llegó a tener hasta diez cueros colgando allí, hasta que su mamá cambió de religión y se los botó
porque eran representación del maligno.

Angi percibía e identificaba el olor de las culebras. Cuando decía "Por acá anda una culebra" podían estar seguros que de veras la había. A veces decía: "Búsquenla por este lado, por aquí la vi, es una coral. Pendientes" A la pregunta de cuando la había visto el silencio era su respuesta. Sabía que no entenderían que las veía con los ojos cerrados.

Un día estaba desaguando unos quinchonchos junto al fogón de leña.

Tenía la olla grande llena de granos sujeta con ambas manos y la otra con el agua caliente en el suelo, cuando sintió el fuerte olor característico de las serpientes. Su mamå estaba del otro lado del murito junto al fogón. Estaban conversando, de pronto, de no se sabe dónde, literalmente voló una culebra directamente hacia su cara. Era una terciopelo, de color azul oscuro. Angi instintivamente retrocedió haciendo chocar su espalda con la pared trasera. La culebra la miró directamente a los ojos. Angi nunca olvidaría esa mirada pavorosa. A sólo milímetros de su rostro, en pleno aire, la culebra "curveó" (así lo contaba Angi recordando la curva que había hecho la sierpe) y desapareció entre el monte. Su madre, que lo había visto todo, le preguntó "¿Qué le hiciste?" Angi no contestó, pero desde ese día se generó en ella un miedo terrible que generalizó hacia todos los reptiles.De más está decir que más nunca coleccionó los cueros de culebras.


Sitios web de las imàgenes: 

https://es.wikihow.com/secar-piel-de-serpiente

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