jueves, 3 de febrero de 2022

EL BEBÉ MONSTRUO

 



Josefina "echó una barriga grandísima en ese embarazo" - según contaba doña Ofelia, su madre.

Cuando le tocó dar a luz, se dirigió al hopital "Dr. José Gregorio Hernández", el pequeño pero confortable servicio de salud de Turisupi. Tuvo gran dificultad ya que el bebé era muy grande y ella no dilataba lo suficiente. El médico de guardia le decía que caminara y caminara para acelerar el proceso.

Hubo cambio de guardia, le correspondió el turno a la Dra. Niufrányeli. Josefina tenía 21 años y era este su tercer hijo, pero su aspecto enjuto y su faz juvenil la hacían parecer como de 15 años. A la Dra. "Niú", como acostumbraban llamarla, le llamó la atención esta niña que con expresión de desespero y silenciosas lágrimas caminaba de un extremo al otro del pasillo. La doctora había llegado media hora antes del tiempo en que se había comprometido a realizar una cesárea. Por intuición tal vez, percibió que algo iba mal, examinó a Josefina y de inmediato pidió a las enfermeras le prepararan a la chica para una cesárea y dijo a la paciente que aguardaba por ella: -"Me disculpas, pero tú puedes esperar, esta es una operación de emergencia. Tiene al niño encajado y no puede parir".

Fue una intervención quirúrgica contra reloj, el bebé nació todo morado. De haber esperado 10 minutos más habría muerto él, con toda certeza, y, posiblemente también la madre.


Yovanis fue el nombre que recibió la criatura. Midió 69 cm y pesó 6.890 Kg. casi los 7 kilos. Tenía un cabello negrísimo lacio, espeso, que le llegaba a los hombros. Todo el cuerpo cubierto de una hirsuta vellosidad y su barbilla cubierta por una cerrada barba. El neonatólogo del hospital le mando a realizar unos exámenes específicos que no hacían en el único laboratorio clínico de Turisupi. Le explicó a la madre que, aparte de su descomunal tamaño, tenía una extraña patología cardíaca.


Josefina llegó a casa con su mole en brazos. Ese día se apersonó en su vivienda un equipo integrado por siete médicos, solicitando les entregara al bebé para realizarle en la universidad unos "estudios experimentales". Portaban un formato que le pidieron firmara. En el mismo renunciaba de una vez y para siempre al bebé.


"No ¿Están locos? ¿Me lo quieren matar con sus experimentos raros?"


"De todas formas se le va a morir, señora, y lo que aprendamos con él servirá para salvar la vida de otros niños".


"Si se va a morir que sea aquí, en su casa, con su familia. Que yo sepa cómo murió y dónde lo enterré".

Y los echó fuera con cajas destempladas.

Luego le contó todo a Coiza, el padre de la criatura, quien, en el patio trasero, fabricaba una cuna con madera de los cajones de manzanas, pues Yovanis no cabía en la que le regalara su madrina Gloria.



Sitio web de esta imagen: https://hogar.mercadolibre.com.ar/usado/usados/cajones-de-manzanas-usados



La solidaridad era un común denominador en Turisupi y pronto Yovanis tuvo ropa, ya que estaba acostado en su nueva cuna con un pañal terciado al hombro cual túnica pues toda la ropita a él destinada le quedaba demasiado chica.

El desfile era continuo: una vecina le llevaba una casaca, otra un par de medias, aquella un paquete de pañales Curity XL.

La consigna era "Vamos a ver el monstruo de Josefina", y no se debía llegar con las manos vacías.

En la medida que Yovanis iba creciendo fue también perdiendo el hirsuto vello que cubría su cuerpo. La barba la mantenía "a raya" con el afeitado semanal.

El herrero se encargaba de mantenerle el cabello cortísimo ya que las tijeras del barbero nada podían hacer con esos pelos duros como el alambre.

Fue bajando de peso, hasta alcanzar el correspondiente a su estatura y era musculoso, pura fibra, fruto de su práctica de la "Tensión Dinámica de Charles Atlas" Tuvo un ritmo de crecimiento normal y así era su aspecto, aunque nunca perdió el mote de "monstruo" que le endilgaran de bebé.


Dotado de una inteligencia brillante terminó el Bachillerato dos años antes de lo común y trabajaba como secretario en un bufete en Guyana mientras estudiaba Derecho en una universidad privada ubicada apenas a dos cuadras de su trabajo.

Su cabello "de alambre" no fue impedimento para que tuviera éxito tanto con las chicas como con las no tan chicas, a las que conquistaba con una labia certera y una galantería encantadora.

Josefina, su madre, notaba con preocupación su predilección por las mujeres ajenas y le insistía:

-"Hijo, para qué buscar ganarte un tiro, una puñalada o un machetazo y perder la vida por galantear a una mujer comprometida habiendo tantas mujeres libres"


"La universidad es cara, mamá" - Respondía él con descaro - " y las mujeres casadas más económicas. No me piden obsequios caros sino los que puedan hacer creer al marido que se compraron con el dinero del diario"

En el mes de mayo de 1945, intempestivamente huyó de Turisupi y nunca más se supo de él.

Su partida está íntimamente relacionada con el hecho de que ese mes todas las parturientas que dieron a luz en Turisupi, tanto las casadas como las madres solteras, parieron bebés enormes, de cabello negrísimo lacio, espeso, que les llegaba a los hombros. También tenían todos los recién nacidos el cuerpo cubierto de una hirsuta vellosidad y ostentaban una cerrada barba. Además, aparte de su descomunal tamaño, nacieron con una extraña patología cardíaca.

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