jueves, 3 de febrero de 2022

LA MATA DE PARCHITA



Fuente de la imagen: https://pixabay.com/es/photos/fruta-de-la-pasi%c3%b3n-fruta-planta-5703284/

La Sra. Gloria recibe huraña a la nueva empleada que sus hijos han acordado pagar entre todos para que le haga la limpieza de la casa, se encargue de cocinar, lavar, planchar y estar atenta al horario en que deben tomar sus medicinas tanto ella como su hijo esquizofrénico. La empleada anterior se retiró luego de que Leandro la persiguiera tratando de romperle una silla en la cabeza mientras gritaba “quién es esta desconocida intrusa” y qué hacía allí, el mismo día que cumplía un mes en el empleo.

Habían acordado que el pago sería mensual y ella estuvo por espacio de tres meses yendo una vez a la semana a cobrar, pero sólo logró que su esposo la regañara y le dijera que dejara eso así ya que "total, allá arriba hay un Dios que para abajo ve"


La nueva empleada comenzó a trabajar con el entusiasmo que se pone cuando de agarrarse de un clavo ardiente se trata. Contenta con sus tres comidas diarias no reparó en la gran diferencia entre lo que comían los señores y lo que le tocaba a ella ya que el lugar destinado para el momento de su alimentación era bajo la troja de la mata de parchita, donde sentada en un cajón de madera comía agradecida las sobras que quedarán del día anterior.


Eficiente, incansable, amable, paciente. Asumió su labor con el fervor con que se asume un apostolado. La Sra.Gloria pidió a su hijo la contratara para acompañarla por las noches "por si acaso le daba algo". Ella aceptó.


Por timidez no preguntó en cuánto de incrementaría su pago y Don Romualdo consideró por su cuenta que no debía haber incremento alguno ya que, tomando en cuenta que ahora no sólo comería sino también dormiría allí, casi que le tocaría a ella más bien pagar por alojamiento y manutención.


Domitila era una vecina "iglesiera", de esas que en el pueblo llamaban "biátas" por desconocer la palabra "beatas". Condolida de la vejez de la Sra. Gloria, de todos los trabajos que ella le contaba había pasado en su niñez de orfandad y penurias, consideraba un premio de Dios para ella la holgura económica en que ahora se encontraba y la visitaba fielmente todas las tardes para leerle el evangelio de la Misa del dìa y rezar un misterio del rosario.


Ya la Sra.Gloria le había aclarado que más de uno era demasiado para ella y prefería conversar.


Domitila la ayudaba a llegar con su andadera bajo la troja de la mata de parchita y allí se celebraba la tertulia.


Domitila era observadora y notó el cambio de la animosa Cilia que conocía, a esta ojerosa y de paso cansino.


,Quiso ayudarla a ver si podía colaborarle en algo:


“Pasa que llevo varias noches sin dormir... doña Gloria no me deja. Pregúntele para que vea”.

A su pregunta la seca respuesta fue:


“Mis hijos le pagan para que me acompañe por las noches... No le pagan para que venga a dormir... Tiene qué trabajar, siempre hay cosas qué hacer”.

-“ Sra. Gloria, ya Cilia les hace los oficios de día, de noche es para que esté pendiente si usted llega a sentirse mal o si le toca algún tratamiento de madrugada, pero mire lo ojerosa que está esa muchacha, o se le va a ir o se le va a enfermar y nadie más va a venir a trabajarle en esas condiciones. Además, el pago nocturno es más alto, ustedes le pagan muy poco, con eso no se hace ni un mercadito”.


-“¿Qué mercadito de va a hacer si come aquí? !Y cómo "jarta"! Deja esos platos pelados que a veces creo que hasta les pasa la lengua, no deja ni un poquito siquiera por cumplimiento”.


“Hasta quedará falla es que es. Y no dice nada por pena”.

“Pues bien que no le da pena tragar”.

Por debajo de cuerda Domitila le consiguió otro trabajo a Cilia y ella misma se fue alejando de casa de la Sra. Gloria a cuya casa, luego de ser asistida por todas las damas del pueblo que trabajaban como domésticas, no se acercó nadie más. El hijo esquizofrénico fue internado en una casa de reposo, las nueras tuvieron que turnarse para atender "a distancia," las necesidades de la señora. Le mandaban con los hijos la comida ya hecha, la ropa la lavaba una en su casa y la planchaba la otra en la suya ( No ellas en realidad sino sus respectivas empleadas). Ellas no se aparecían por allí porque hacía años que la Sra. Gloria las había corrido acusándolas de haberle quitado a sus hijos.

La casa se fue llenando de polvo y telarañas mientras la Sra. Rosa, ya sin la visita de Domitila, se iba todas las tardes a hablar sola bajo la troja de la mata de parchita.


El día que, al llegar el hijo mayor a traerle la cena, le extrañó que a esa hora aún estuviera su madre en el patio trasero

cuentan que se amoscó al verla inmóvil, rígida por llevar ya varias horas muerta, y aún asegura a quien le quiera escuchar que oyó los murmullos de la mata de parchita - como si no notara que ya había fallecido - dándole un sermón acerca de la soberbia.

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